TAOÍSMO

Desde el comienzo, esta filosofía tenía dos
aspectos complementarios. Los chinos siendo gente práctica con una conciencia
social altamente desarrollada, todas sus filosofías se relacionaban de una
manera u otra con la vida en sociedad, con las relaciones humanas, los valores
morales y el gobierno. Este es sólo uno de los aspectos del pensamiento chino.
Complementario a éste, está el lado místico del carácter chino, que exigía que
el objetivo más importante de la filosofía fuese trascender el mundo de la
sociedad y la vida cotidiana y llegar así a un plano superior de conciencia.
Este es el plano del sabio, el ideal chino del hombre iluminado que ha logrado
una unión mística con el universo.
Los sabios chinos no se mantienen exclusivamente
en este alto plano espiritual sino que igualmente les conciernen los hechos
terrenales. Une en él, dos lados complementarios de la naturaleza humana -la
sabiduría intuitiva y el conocimiento práctico, la contemplación y la acción
social- que los chinos han asociado con las imágenes del sabio y el rey. Seres
humanos plenamente realizados, en las palabras de Chuang Tzu, “por su
tranquilidad se hacen sabios y por sus movimientos reyes”.
Durante el siglo VI a.C, los dos lados de la
filosofía china se desarrollaron en dos escuelas distintas, el Confusianismo y
el Taoísmo. El Confusianismo fue la filosofía de la organización social, del
sentido común y el conocimiento práctico. Le entregó a la sociedad china un
sistema de educación y con estrictas convenciones de etiqueta social. Uno de los
propósitos principales fue formar una base ética para el sistema de familia
tradicional china con su estructura compleja y sus rituales de veneración de
antepasados. El Taoísmo, por el otro lado, se concernía primariamente con la
observación de la naturaleza y el descubrimiento de su Camino, o Tao. La
felicidad humana, de acuerdo a los taoístas, se logra cuando los seres humanos
siguen el orden natural, actuando espontáneamente y confiando en sus
conocimientos intuitivos.

En los siglos XI y XII, la Escuela Neo-Confuciana
intentó una síntesis del Confusianismo, Budismo y Taoísmo, que culminó en la
filosofía de Chu Hsi, uno de los más importantes sabios chinos.
El Confusianismo deriva su nombre de Kung Fu Tzu,
o Confucio, un profesor de gran influencia con un gran número de estudiantes que
vio como principal función transmitir las herencias culturales antiguas a sus
discípulos. Al hacer esto pasó más allá de una simple transmisión de
conocimientos pues interpretó las ideas tradicionales de acuerdo a sus propios
conceptos morales. Sus enseñanzas fueron basadas en los llamados Seis Clásicos,
libros antiguos sobre pensamientos filosóficos, rituales, poesía, música e
historia, que representaba la herencia espiritual y cultural de los sabios
santos del pasado de China. La tradición china ha asociado a Confucio con todos
estos trabajos como autor, comentador o editor; pero de acuerdo con estudios
modernos no fue ni autor, comentador, ni siquiera editor de estos clásicos. Sus
propias ideas se hicieron conocidas a través del Lun Yu, o Analecticas
Confucianas, una colección de aforismos que fueron compilados por algunos de sus
discípulos. Esto no quita, que Confucio deba ser reconocido como uno de los
maestros de la humanidad.
El creador del Taoísmo fue Lao Tzu, cuyo nombre
literalmente significa “El Viejo Maestro” y que fue, de acuerdo a la tradición,
un contemporáneo con más edad que Confucio. Sería el autor de un corto libro de
aforismos considerado la principal escritura taoísta. En China se llama
simplemente Lao-tzu. En occidente se le conoce como el Tao Te Ching. Notorio es
el estilo paradójico y el poderoso y poético lenguaje de este libro que según
Joseph Needham es “sin excepción el más profundo y bello trabajo en la lengua
china”. Otro libro es el Chuang-tzu, de mayor tamaño, al parecer escrito por
varios autores distintos.
Los chinos, como los hindúes, creían que hay una
realidad última que subyace y unifica las múltiples cosas y eventos que
observamos:
Hay tres términos “completo”, “abarcándolo todo”,
“todo”. Estas palabras son diferentes, pero la realidad buscada en ellas es la
misma, refiriéndose al Objeto Único.
Llamaron a esta realidad el Tao, que originalmente
significó “la Vía”. Es la vía, o proceso, del universo, el orden de la
naturaleza. En tiempos posteriores, los Confucianos le dieron una interpretación
distinta. Hablaron del Tao del hombre, o el Tao de la sociedad humana, y lo
entendieron como la forma correcta de vida en un sentido moral.

El Budismo hindú, con su doctrina de impermanencia
tuvo una visión bastante similar, pero tomó esta visión meramente como la
premisa básica de la situación humana y pasó luego a elaborar sus consecuencias
psicológicas. Los chinos, por el otro lado, no sólo creyeron que el flujo y el
cambio eran características esenciales de la naturaleza, sino que también
existen patrones constantes en aquellos cambios que pueden ser observados por
los seres humanos. El sabio reconoce estos patrones y dirige sus acciones de
acuerdo a ellas. De esta manera se hace uno con el Tao, viviendo en armonía con
la naturaleza y triunfando en todo lo que intente. En palabras de Huai Nan Tzu,
un filósofo del siglo II a.C.:
“Aquel que se adapta al curso de el Tao, siguiendo
el proceso natural del Cielo y la Tierra, encuentra que es fácil manejar todo el
mundo”.
¿Cuáles son entonces los patrones de la vía
cósmica que el ser humano debe reconocer? La principal característica del el Tao
es la naturaleza cíclica de sus constantes movimientos y cambio. “Volver es
el movimiento del Tao”, dice Lao Tzu, y “llegar lejos significa
volver”. La idea es que todos los desarrollos en la naturaleza, el mundo
físico, como en las situaciones humanas, muestran patrones cíclicos de ir y
venir, de expansión y contracción.
Esta idea fue sin duda deducida a partir de los
movimientos del Sol y la Luna y de los cambios de las estaciones, pero también
fue tomada como una regla de vida. Los chinos creen que cuando una situación se
desarrolla hasta su extremo, está dado que luego se dará la vuelta y se
transformará en lo opuesto. Esta creencia básica les ha dado valentía y
perseverancia en tiempos de calamidades y los han hecho cuidadosos y modestos en
tiempos de éxitos. Ha llevado a la doctrina de la media dorada en que Taoístas y
Confucianos creen. “El sabio”, dice Lao Tzu, “evita el exceso, la extravagancia y la
indulgencia”.
En la visión china es mejor tener muy poco que
tener demasiado, y mejor dejar cosas sin hacer, que hacer demasiado, pues,
aunque no se llegue muy lejos de esta manera, se está seguro de estar yendo en
la dirección correcta. Aquel hombre que quiere ir más y más lejos hacia el oeste
terminará al este, aquellos que acumulan más y más riquezas para aumentar sus
bienes terminarán siendo pobres de alguna manera. La sociedad industrial moderna
que continuamente está tratando de aumentar “el estándar de vida” y para ello
disminuye la calidad de vida para todos sus miembros es una elocuente
ilustración de esta antigua sabiduría china.
La idea de patrones cíclicos en los movimientos de
el Tao fue dando una estructura definida a través de la introducción de los
opuestos polares yin y yang. Son los dos polos que colocan los límites para los
ciclos del cambio:
“El yang habiendo llegado a su clímax retrocede a
favor del yin; el yin llegando a su máximo, retrocede a favor del
yang”.
Bajo el punto de vista chino, todas las
manifestaciones del Tao son generados por el juego dinámico de estas dos fuerzas
polares. Esta idea es muy antigua y muchas generaciones han trabajado sobre el
simbolismo arquetípico para yin y yang hasta que se transformó en un concepto
fundamental del pensamiento chino. El significado original de las palabras yin y
yang era el del lado en sombra y el lado iluminado de una montaña, un
significado que da una buena idea de la relatividad de los dos
conceptos:
“Aquel que deja aparecer ahora la oscuridad, ahora
la luz, eso es Tao”.
El carácter dinámico de yin y yang está ilustrado
en el antiguo símbolo chino llamado T’ai-chi T’u o “Diagrama del Último
Supremo”.
Este diagrama es un arreglo simétrico del yin
oscuro y yang claro, pero la simetría no es estática. Es una simetría rotacional
que sugiere, fuertemente, un movimiento cíclico constante:
“El yang vuelve cíclicamente a su inicio; el yin
logra su máximo y da luego lugar al yang”.
Los dos puntos en el diagrama simbolizan la idea
de que cada vez que una de las fuerzas alcanza su máximo, ya contiene la semilla
de su opuesto.
El par yin y yang son un gran leitmotiv que permea
a la cultura china y determina todos los rasgos de la forma tradicional china de
vida. “La vida”, dice Chuang Tzu, “es la mezcla armónica del yin y el
yang”. Esta ciclicidad se observa en las estaciones, en los cultivos, en las
comidas, que según los chinos deben estar equilibradas en elementos yin y yang
para ser saludables. La medicina tradicional china también se basa en el balance
del yin y el yang. Cualquier enfermedad se considera una pérdida de equilibrio.
El cuerpo se divide en partes yin y yang. El balance entre las distintas partes
se mantiene por un flujo constante de energía vital, o Ch’i, por un sistema de
meridianos que contienen los puntos utilizados en la acupuntura, que se basa en
la utilización de agujas en puntos específicos para reestablecer el flujo de la
energía vital y curar así las enfermedades.
La interrelación del yin y el yang, el par
primordial de opuestos, aparece por lo tanto, como un principio que guía todos
los movimientos del Tao.
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